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Psicología de la salud y medicina conductual

 

Silvana Volpini, psicóloga clínica y enferma de Ménière, nos

describe a continuación un tema esencial para nuestra

enfermedad: cómo nos enfrentamos a ella.

​

La psicología de la salud tiene por objetivo analizar la relación

entre el comportamiento, la salud y la enfermedad. Según

Bloom (1998), es el "estudio científico de la conducta,

pensamientos, actitudes y creencias relacionados con la salud

y la enfermedad.”

​

Desde esta perspectiva, los conceptos de salud y enfermedad

no dependen exclusivamente de qué síntomas tiene el sujeto,

sino también, y fundamentalmente, de cómo la persona

interpreta, siente y responde a las diferentes demandas de su

vida.

​

Desde esta concepción, las personas han de tener un papel activo y responsable en el control de los factores que

afectan a su salud, a fin de llegar a obtener un “estado de bienestar completo físico, mental y social”, según lo entiende la OMS (1983).

 

Por lo tanto, las enfermedades crónicas e incurables, como el síndrome de Menière, obligan a orientar los esfuerzos del tratamiento a la prevención y la rehabilitación, entendiendo que las conductas patógenas (conductas individuales que contribuyen a la aparición y desarrollo de la enfermedad) de un individuo, son producto de la respuesta personal y emocional a la enfermedad y que acarrean graves consecuencias para su salud y adaptación. 

La persona como sujeto de intervención

La salud y la enfermedad dependen de la interrelación entre factores biológicos, psicológicos y sociales, por lo tanto, el centro de intervención de este modelo no es la enfermedad sino la persona. La salud deja de ser la ausencia de la enfermedad y se transforma en condiciones de vida saludable.

 

Para ello, se comenzará proporcionando información y educación sanitaria. El conocimiento acerca de la enfermedad permite nivelar los niveles de ansiedad producida por el desconocimiento de causas, síntomas y desarrollo de la enfermedad (para evitar esto se creó esta web) y, al mismo tiempo, le ofrece al paciente la posibilidad de tener cierto control sobre ella, al promocionar hábitos y estilos de vida saludables.

 

También se trabaja sobre el control de actitudes, motivaciones y estados emocionales vinculados con la salud y la enfermedad tales como la rabia, la impotencia, el miedo, la culpa, etcétera... que, al no estar bien orientadas, pueden conducir a un estado de estrés, ansiedad y depresión que empeoran el estado de la enfermedad.

 

Finalmente, se realizará un aprendizaje de competencias y habilidades básicas ante el "problema" (el Menière), a fin de poner en práctica las herramientas adecuadas para cada síntoma, situación particular, estímulos, etcétera... acercando la salud y el bienestar personal a través de un control consciente de la enfermedad aceptando las limitaciones que la misma le produce y produciendo ámbitos de apertura hacia sus posibilidades.

 

La finalidad última del programa de intervención es proporcionar las herramientas que incrementen la calidad de vida, entendiendo la misma como una medida compuesta de bienestar físico, mental y social, en combinación, siguiendo a Font, con la valoración subjetiva que el paciente hace de diferentes aspectos de su vida, en relación con su estado de salud.

Adaptación y afrontamiento de la enfermedad

Cada persona tendrá su propio proceso de adaptación y afrontamiento.

 

Normalmente, el proceso de adaptación ante una enfermedad crónica a nivel emocional pasa varias etapas o fases:

 

  • Negación: es el sentimiento más habitual como estrategia de afrontamiento. Se da sobretodo en la fase de diagnóstico, pero puede aparecer en cualquier momento de la enfermedad o persistir como una forma individual de afrontamiento que se enquista en la persona y no le permite avanzar. La negación funciona como un amortiguador después de una noticia inesperada e impresionante, permite darle tiempo al paciente para movilizar estrategias de defensa y afrontamiento. Ante esta negación, el paciente se aisla para protegerse de la realidad o, en otros casos, se conduce negligentemente como si la enfermedad no existiera.

 

  • Rabia: la negación suele ser sustituida por sentimientos de ira, rabia, envidia y resentimiento. Es una fase muy difícil de afrontar para la familia y el personal médico. La ira se desplaza en todas direcciones y se proyecta contra lo que les rodea, a veces casi al azar. También puede ser conducida hacia la persona misma (con un sentimiento de culpa) y afectar su sistema de afrontamiento. Las personas que se estancan en esta fase no logran salir de la queja, que muchas veces es expresada como incomprensión o como ataque personal ("nadie me entiende", "todo lo que digo está mal"… etcétera).

 

  • Aceptación: Después de negar lo evidente y de haberse enfadado con el mundo, el paciente es consciente de la realidad y comienza a pactar con él mismo y con el resto del mundo, busca soluciones y desea controlar su dolor o molestias físicas. Muchas veces, en esta etapa se pasa al extremo de querer controlar incluso lo incontrolable, buscando alternativas a la medicina tradicional y muchas veces exponiéndose a situaciones poco saludables pudiendo dar una etapa intermedia reactiva de sobre-control que suele ceder al ver que todos los caminos conducen a la misma realidad y aceptando su condición. Las personas que se quedan en esta etapa, no se dan por vencidas nunca y se agarran a cualquier promesa de curación sin importarle el aval científico que la misma tenga.

 

  • Compromiso: No debemos caer en el error de confundirnos y creer que la aceptación es una fase feliz sino que es una fase que puede movilizar a la persona hacia el cambio y la búsqueda de recursos personales para obtener una calidad de vida acorde a sus posibilidades. Reconocer las limitaciones y poner en marcha estrategias de afrontamiento para paliar la situación y llevar una vida lo más adaptativa y feliz posible. Una vez que la persona acepta su condición es posible que reconozca sus propios recursos para ponerlos en práctica y que pueda aprender otros que le ayuden a enfrentar su situación. Que sea el paciente el que controle la enfermedad y no a la inversa. Podrá armar su botiquín de estrategias para cada momento y lugar que le toque vivir. 

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